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A 79 años de una gesta que marcó el protagonismo de los trabajadores Sólo así se entiende que lo hayan votado trabajadores y jubilados, en un voto transversal que pescó en todos los sectores de la sociedad. Lo votaron a pesar de que vociferaba que era un “topo” que venía a destruir el Estado, que el artículo 14 bis de la Constitución Nacional, el que contiene todos los derechos de los trabajadores y de los jubilados, “es un cáncer”, y que la Justicia Social, una de las tres banderas del peronismo, “es un concepto aberrante”. Vamos a reconocerle que en un país en el que la clase política en general, y la mayoría de los Partidos políticos, no definen con claridad cuál es su modelo de país, Milei lo decía con bastante sinceridad. Y estos meses de su gobierno permiten saber que avanza, o intenta hacerlo, en una dirección que apunta claramente a ese modelo. El que no lo entiende, es porque está mirando otro canal. ¿Cuál es el modelo de país de Javier Milei? Honestamente, creo que es muy fácil verlo. En una sociedad con una tremenda desigualdad social, con más de la mitad la población en situación de pobreza o indigencia, y con una minoría que se ha enriquecido tanto en las épocas de bonanza como en las crisis económicas, y que hace una grosera ostentación de su bienestar económico, arrinconar al Estado y reducirlo a su mínima expresión, o sea tener un Estado “bobo”, sólo puede significar una cosa: consolidar definitivamente esa desigualdad. Es decir, un país para pocos. Para que se entienda, si mi hijo mayor se pelea con el menor y yo no intervengo, estoy tomando partido por el primero. Así de claro. Es cierto que este gobierno no puede ser responsabilizado íntegramente por la desigual distribución de la riqueza en nuestro país, aunque es evidente que la ha profundizado a niveles muy peligrosos. Pero no es menos cierto que si el Estado se desentiende de esta situación y deja todo en manos “del mercado”, el resultado sólo puede ser una desigualdad social estructural, en un país en el que impere la ley de la selva, o sea el reino de los más fuertes. Más aún si a esto se le suma el descarado despojo a los trabajadores de sus derechos laborales, provocado por una “Reforma Laboral” regresiva, que está en plena marcha. Lo conocido hasta ahora, lo he dicho muchas veces, sólo es la punta del iceberg. Que nadie se confíe. Es claro que lo que estamos transitando es un choque de dos paradigmas opuestos, con valores y principios opuestos: el modelo de país y de relaciones laborales del poder económico y de los sectores sociales dominantes, y el modelo de los sectores populares y de los propios trabajadores. Por eso es importante, o, mejor dicho, imprescindible, definir cuál es este modelo y cuáles son sus valores y principios. En todo modelo social hay ganadores y perdedores. En el de los sectores sociales privilegiados, la posición de los perdedores se consolida haciendo que asuman y acepten como definitiva e inmodificable su derrota: resistirse y oponerse “es irracional”. Así, y sólo así, quizás se pueda entender el comportamiento electoral de un sector de las víctimas del ajuste, dispuestos a votar a quienes les dicen en la cara que vienen por sus derechos y conquistas. En el modelo de país y de relaciones laborales de los trabajadores, la tutela de su dignidad es el eje sobre el que se debe articular toda la estructura jurídica. El trabajador, ciudadano en la sociedad y ciudadano en la empresa, a la que ofrece como contraprestación por el salario que recibe, un tercio de su día, conservando el pleno control de los dos tercios restantes, ya sea para su vida familiar, social, deportiva, cultural e, incluso, para el ocio. Es un trabajador con estabilidad en su empleo, ya que es la condición necesaria para el ejercicio de los demás derechos. Y con estabilidad en sus condiciones de trabajo, más allá de los cambios que sean necesarios, en tanto sean racionales, funcionales a los objetivos de la empresa, y no alteren modalidades esenciales del contrato de trabajo, y no le causen perjuicios materiales o morales (arts. 65 y 66 de la Ley de Contrato de Trabajo). ¿Qué tiene que ver esta perorata con el 17 de octubre? Creo que mucho. Ese día, del año 1945, se ha llamado, con justa razón, “EL DÍA DE LA LEALTAD”. Una gran movilización de los trabajadores y de los sectores más humildes de la sociedad para exigirle al gobierno del general Edelmiro J. Farrel la liberación de Juan Domingo Perón, detenido en la isla Martín García. Era la lealtad a un proyecto de país con INDEPENDENCIA ECONÓMICA, JUSTICIA SOCIAL Y SOBERANÍA POLÍTICA. Sería bueno que repasáramos qué significan esas banderas, cuya vigencia es indudable. Se habla de Perón como el “Gran Conductor”, pero pocas veces nos detenemos a pensar hacia dónde quería conducir. Por eso cualquiera se dice “peronista”. Así que hoy, en vísperas de otro 17 de octubre, es imprescindible preguntarse ¿qué tienen en común el modelo de país de Javier Milei y el modelo de los que fueron a la Plaza de Mayo en 1945, el modelo de los actores del “subsuelo de la Patria sublevado”, el proyecto de sociedad que pretendía diseñar Perón? Nada, absolutamente nada, aunque parece que algunos dirigentes que se dicen “peronistas” no lo saben. Por eso, en una coyuntura histórica dramática, en la que vienen a destruir todo por lo que hemos luchado en nuestra vida, propongo pensar en un NUEVO 17 DE OCTUBRE, como un acto de lealtad a nuestros valores y principios. |
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